El bicho de ciudad ansia los lugares ocultos, esos que
cuando pasas con el auto apenas si se ven, ansia la tranquilidad y la calma que
estos proveen, ansia la paz y el silencio de todos ellos.
El bicho de ciudad solo conoce su único mundo manchado de sangre
desconociendo los pequeños sitios que proporciona la naturaleza muchas veces.
Naturaleza de la cual, en muchos aspectos, carece su lugar.
El bicho de ciudad se siente tan pequeño, invisible y
desprotegido que tiene esa falsa necesidad de huir, de huir a donde sea lejos
de ese mar que lo ahoga de tensión todos los días. Es ahí cuando el bicho de
ciudad desea la desconocida naturaleza oculta y la persigue como un niño
caprichoso sin tener ni siquiera idea que el anonimato en esos lugares esta
sobreestimado, de que está lleno de arpías y reyes de mal gusto, pequeñas hadas
que no poseen alma, demonios en plena transición y cuerpos humanos que ni
siquiera existen.
La verdad es que el bicho de ciudad tiene una creencia
totalmente errónea.
El bicho de ciudad desea dejar de ser ordinariamente común y
busca estos lugares para intentar conocerse más allá de todo vacío interno pero
al contrario en esos lugares no llegaría a hacerlo nunca porque solo se conoce
la parte de sí mismo que crean todas aquellas bestias para intentar adaptarse.
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