domingo, 20 de diciembre de 2015

Entre letras perdidas (filosofías olvidadas): los océanos que se encuentran en un bloqueo.

Las cosas que más recriminadas son aquellas que queremos a cambio. Ese es uno de nuestros mayores fracasos como seres humanos, querer, necesitar, ansiar, algo a cambio por lo que sea que hayamos hecho –de eso es de donde provienen los mayores conflictos relacionables.
Esto siempre ocurrió no es algo de ahora pero especialmente en este momento llama la atención; en la mayoría de las redes sociales (lo que vincula a todo con todo) muchas personas expresan sus descontentos hacia esta situación y a muchas me refiero a todo el mundo. Una simple frase resume todas estas numerosas causas en las que cometieron actos excesivos o no y del otro lado no hubo respuesta alguna cuando se pidió que reaccionara igual.
Parece un poco inútil comentar esto, especialmente por escrito, no tiene ningún fin y no va a lograr que tengamos en cuenta esto en ciertos aspectos porque somos ignorantes por naturaleza, lo que no es visible a nuestros ojos lo rechazamos –deberíamos empezar a ver más con nuestra mente.
Esto es más una queja que una conclusión.
Cegados por rencor esperamos de todo y ese es otro de los fracasos que cometemos. Hablando desde el lado emocional, es el enojo y la desilusión lo que nos hace posicionarnos así después de darnos cuenta de que la persona que consideramos importante no piensa lo mismo sobre nosotros. Tal vez sin tener consciencia de eso nosotros estemos creando estas reacciones también.
Para finalizar esta considerable queja, me empecé a preguntar ¿Y que si en vez tomar esto como unos pelotudos rencorosos lo tomáramos como el intento de haber sido buenas personas dando un apoyo estable? No estoy diciendo que deberíamos tomarlo con nuestras típicas reacciones de “no lo mereció” o “se lo pierde” porque eso en todos los sentidos dicho por nosotros mismos es estúpido y esta sobrestimado (demasiado), lo que estoy tratando de decir es que dejemos de afectarnos por cosas que no tienen sentido y seamos un poco más humanos, dejemos influenciarnos por el placer de sentirnos alguien al menos una vez al día y dejar de preocuparnos por intentar ser.
Dejemos de ser unos pelotudos. 

miércoles, 28 de octubre de 2015

Tus malditas cicatrices

Me gustaba pasarme horas y horas hablando con vos, a veces de política, a veces de amor, a veces de cualquier cosa.
La gran parte de las razones por las cuales decidí encarcelarte fue por esa. Eras tan pura, en el sentido menos indiferente de la palabra, que sentía que por fin había llegado a vos, que por fin había llegado a alguien, que por fin había llegado a mí.
Nos prometimos conocernos poco a poco, día a día, para que así nunca se acabe:

  •   El primer día, conocimos nuestras sonrisas, me gustaba pensar que fueron las más honestas.
  •  El segundo día, conocimos nuestros verdaderos nombres, una mínima fracción que decía algo de nosotros mismos.
  •  El tercer día, hablamos de nosotros, de lo que nos gustaba y disgustaba, de cada una de esas anécdotas que nunca le dijimos a nadie, de todas aquellas cosas que nos avergonzaban.
  • El cuarto día, te mostré mi mundo, tan imperfecto como es. Te enseñe mi mundo y lo captaste tal cual es.
  • El quinto día, vos me mostraste el tuyo y me di cuenta de que éramos el mismo desastre. Me enseñaste tu mundo, tan inestable como es y así lo acepte.
  • El sexto día, nos intercambiamos, quizá creyendo que así ninguno saldría lastimado, intercambiando pedacitos de cada uno para tapar nuestras cicatrices. Quizá ese fue el mayor error, tratar de arreglarnos. ¿Por qué mierda lo hicimos?

 Te pertenecía, cada parte de mi gritaba con fuerza de que lo hacía pero aun así esa fue la causa principal por la cual ambos nos dejamos ir.
Eras increíblemente brillante y devastadora. Te gustaba conocer pero no te gustaba que te conozcan. Eras retóricamente todo lo que yo prefería y todo lo que alguna vez no busque. Me gustaba lo fácil, lo innecesario, lo que cualquiera consideraría practico y la primera vez que te vi me abriste los ojos, a la rareza preciosa que existía más allá de toda sonrisa comercial petrificada.
Supongo que solo estoy enojado con esa parte de tuya porque sé que la otra parte no me quería lejos ni un poquito.
Supongo que me gusta pensar eso para no sentirme tan solo e idiota por las noches.
Fuiste mi punto más fuerte, yo nunca fui el tuyo.
Creo que el mayor error de todos fue no llegar a ver lo desesperada que estabas de escapar de mí. Estabas aterrada porque yo te conocía más que vos misma y te conocía lo suficiente para saber que te lastimaba. Lo que te lastimaba no era yo, eras vos misma.
Siempre fuiste algo masoquista.
Por un lado me gustaba que lo fueras, te aferrabas a las cosas con cierto aire posesivo y nostálgico, como si las decisiones de tu vida hubieran sido creadas a base de eso.
Por otro lado, te lastimabas y creabas aún más cicatrices. Cicatrices que yo seguía intentando cubrir con las mías. Cicatrices que nunca cubriste conmigo. Cicatrices mías que te llevaste cuando te deje ir.
Dicen que nunca llegas a conocer del todo a una persona, siempre van a tener algo que solo sepan ellos ya sea un secreto, un dibujo, una carta, un recuerdo o una persona. Esa parte que ocultan es esencial porque si no fuera un libro con tantos misterios entonces ¿Qué seria?
Eso paso con vos, eras tan cerrada al mundo que cada vez que abrías tu mente destrozabas a cualquiera que estuviera a tu paso. Tu problema conmigo fue que yo resulte ser más fuerte de lo que vos pensabas, tenía más heridas que vos y al principio lo viste como algo bueno, mencionaste algo como “eso te llena de vida” pero luego te asusto. Te asusto peor cuando por fin yo conocí cada uno de tus lunares.
Te asusto tanto que empezaste a distanciarte de mí.
Y me asusto a mí al no conocer ESE lunar tuyo.
Solo nos dejamos ir, por distintos caminos, deseando no encontrarnos. Verdaderamente triste. Como pase de conocerte tanto a no saber ni siquiera en qué lugar te encontras ahora.
Y una parte de mí tal vez te extraña, es la parte de mí que te llevaste. Son todos esos pedacitos con los que intente sanar tus heridas y tapar tus cicatrices.
La parte tuya también me extraña, me lo recuerda todas las noches. Esta tras esas resacas después de haberme puesto borracho en el bar a la vuelta de la esquina, está en cada culpa después de acostarme con cualquier chica que me crea atractivo, está cada vez que encuentro algo tuyo que olvidaste llevarte.
Esas partes son las que hay que dejar ir, como te deje ir a vos. Hay que volver al lugar donde todo empezó y quemar esa caja de recuerdos nostálgicos que solo sirve para hacernos sentir una mierda por las noches, cuando no tenemos nada mejor que pensar. Hay que volver a dejar cicatrizar y dejar de tapar esas cicatrices porque al final:
¿Qué somos si no una construcción de ellas?
Eso lo dejo a tu criterio.  

El origen de la Vida y la Muerte

En un principio, cuando solo existía la remota naturaleza, habitaban únicamente el reino del Rainbowland Masx y Vanora.
Ambos habían nacido de las mismas cenizas con la diferencia de que a Masx lo succiono la tierra y a Vanora se la llevo el viento. Vivieron gran parte de su infancia separados gracias a esto, siempre con el vacío de que les faltaba una parte de ellos mismo.
Se buscaron durante mucho tiempo con ayuda de cualquier señal de la naturaleza y aun así no se encontraron. Hasta que se convirtieron en adolescentes y cuando estuvieron a punto de rendirse, un gran sauce con el que ambos se habían topado en una discontinuidad de tiempo les mostro su camino, era el camino más sencillo de todos. El sauce con ese camino les dejo clara la señal, primero deberían encontrarse a ellos mismos para luego encontrarse ambos y debían hacerlo en un corto periodo de tiempo ya que si nunca se encontraban eso causaría serias consecuencias.
Vanora con la ayuda de las luciérnagas, consiguió encontrar un camino perfectamente recto hacia Masx. Masx sin embargo, tuvo más inconvenientes, él era incontrolable, repulsivo, rencoroso de sí mismo, se negaba a cualquier cosa y cada día que pasaba sin encontrar a Vanora mas desesperanza y furia creaba irradiando una vibra de oscuridad sobre la naturaleza más pura que en ese momento existía. Lo que Masx no sabía es que Vanora le seguía el paso gracias a todo eso que el creaba y un día como cualquier otro, lo alcanzo.
Desde el momento en el cual se encontraron nunca más volvieron a separarse, ni por un segundo, estaban tan asustados de volver a perderse que siempre se los veía casi aferrándose al otro. Uno protegía al otro, uno complementaba al otro.
Los inconvenientes llegaron con la diferencia de ambos.
Masx era muy posesivo, celoso, irracional, pensaba siempre en Vanora por encima de él. Un segundo era la cosa más embriagadora del mundo y al otro era la cosa más indeseada.
Era amor puro, pero el amor nunca fue perfecto ni para la persona que más lo portaba. Masx tenía el poder de succionar las almas dejando rastros de oscuridad pura a su paso, todo lo que tocaba moría a su tacto, es por eso que nunca llego a tomar la mano de Vanora. La oscuridad de Masx era amor, amor en todos los sentidos que existe, el amor que desde un inicio siempre contamino la tierra como una plaga. La esperanza es solo un disfraz del amor.
Vanora, a diferencia de Masx, era todo lo contrario. Vanora era la esperanza, aquella luz que iluminaba la cueva más oscura, la felicidad en un día triste, las elecciones correctas, las mariposas en el estómago, la inspiración, la sensación de alivio. Vanora representaba todo aquello por lo que valía la pena vivir, desde el primer suspiro que damos hasta el último.
Pero al igual que Masx, ella tenía defectos aun peor que él.
Vanora además de tener ese lado hermoso en su sentido más inocente, tenía una pequeña falla, como una distorsión. Se cree que sus cenizas se mezclaron o que hay una conexión entre las cosas que ella  representa porque no solo representa las buenas cosas si no que entrelazado a eso  representaba todos aquellos males que invadían la tierra, el odio, la enfermedad, la venganza, el miedo, la envidia. Eso la hacía ser defectuosa, cargar con demasiado la hacía colapsar a veces y tenía sus recaídas.
Esas cosas horribles que poseía reprimidas muy dentro de sí misma cuando las dejaba salir era devastador para cualquiera que se encontrara a su alrededor, era como una mala influencia que no se despegaba jamás.
Masx siempre estaba a su lado cuando esto sucedía haciéndole recordar quien era realmente. A veces hasta podía llegar a tomar su mano.
Ambos tenían las diferencias que se imaginen pero su mayor indiferencia fue la causa de su separación.
Masx era inmortal mientras que Vanora no.


Un buena noche, cuando el acaba de despertar, Varona no se encontraba a su lado y se desesperó tanto que empezó a gritar a todo pulmón con la esperanza de que ella lo escuchara.
La encontró al borde de un abismo, sentada al lado de un lobo de pelaje negro ébano. El lobo poseía un solo mechón a un costado de su cuello, color blanco puro.
Cuando Masx los vio, como era de esperarse, se descarrilo terriblemente de los celos y corrió rápidamente hacia donde estos se encontraban. El lobo se paró en sus cuatro patas hecho una mirada moribunda hacia Masx como si nada hubiera pasado y desapareció del lugar. Varona por otro lado se paró en frente de Masx y solo se limitó a sonreírle.
“No eres dueño de mí.” Dijo soltando una risa de maldad pura.
Había recaído otra vez y esta vez Masx no había estado para ella.
Tres días se culpó sentado en ese abismo por lo sucedido con Varona, el tercer día ella apareció y con el más sincero rostro de compasión lo saludo nuevamente como a un viejo amigo.
El ni siquiera comento lo sucedido y todo volvió a ser justo como era.


Lo que Masx no sabía es que el otro lado de Varona, sentía odio hacia él, odio y envidia. Él lo tenía todo, amor, inmortalidad, ella solo era una luz que se apagaría en cualquier segundo. La verdad era que el otro lado de Varona nunca se había ido desde aquel momento cuando el la encontró con el lobo, solo estaba fingiendo ser la Varona bonita y sentimental para atacar sin previo aviso a su amado Masx.
Una tarde, cuando ambos caminaban cerca del otro, Varona le hizo una pregunta a Masx que lo dejo con la sensación de frio interior.
“¿Qué pasara cuando muera?”
“Eso me dejara devastado por el resto de lo que dure mi vida. Matare por tu causa, seré miserable.”
Vanora, feliz con su respuesta, decidió llevar a cabo su plan de exterminio esa misma noche.


Masx otra vez se despertó esa noche sin Varona a su lado pero esta vez no se despertó por eso si no por el grito ahogado que acaba de escuchar. Corrió sin dirección alguna, desesperado, intentando acordarse por donde había escuchado tan horrible sonido procurando que Varona se encuentre bien.
Al lado del sauce, tirada en el piso, como si fuera el cliché más irónico de todos, se encontraba el cuerpo de la débil Varona.
Su Varona.
Su cuello se desangraba debido a la mordida que este había recibido, era imposible que un mortal sobreviviera a semejante cosa.
Ella había sido, ella se mató y el nunca sabría porque.
Masx demasiado devastado para ser verdad, se arrodillo junto a ella, Varona lo miro con los ojos llorosos, sin poder si quiera pronunciar una palabra y quiso tomarle la mano. El sobresaltado la aparto rápidamente por miedo a matarla aún más rápido pero aun así se dio cuenta de que era inútil, moriría solo en cuestión de minutos.
Así que le dio su mano, sabiendo el dolor aun peor que causaría en ella casi estuvo a punto de arrepentirse pero Varona se aferró a su mano aun con más fuerza y dejo una imagen en la mente de Masx de la cual él nunca se olvidaría: ellos dos en un día cualquiera, enfrentados, con sus manos alzadas sobre su pecho. Ni el más mínimo roce. Aun sin poder tocarse, siempre sintieron la conexión.
Sin separar su mirada de él ni un segundo antes de irse por completo, ella le dijo la frase más romántica y horrorosa que existiría por siempre en Rainbowland.
“El dolor que siento ahora, solo es una minina cifra del dolor que sentí toda mi vida por amarte. Nunca te libraras de mí, como yo tampoco nunca lo hare de ti. Me encontraras en donde menos lo esperas y cuando te vuelva a ver bésame y hazme saber que todo estará bien otra vez. Te amo, te amo tanto que ya no duele.”
Varona y Masx desde entonces se vuelven a buscar, en los humanos, de ahí nació la mortalidad, el humano es solo una minina parte representada de Varona, por ese motivo la muerte nos ama y nos espera siempre con la mano extendida, un lobo a su lado y una sonrisa en su rostro, una sonrisa que jamás le demostró a Varona. La muerte nos ama y se alimenta de nosotros, de nuestros miedos, nuestra esperanza, nos va matando poco a poco con su amor, guiándonos hacia el en cada momento, creyendo que en alguno de nosotros la encontrara a ella.

Y así es como la vida murió a manos de la muerte, del más preciado amor de su vida.

viernes, 2 de octubre de 2015

Manzanas podridas (duelos de la adolescencia)

En el árbol enfrente a mi casa nos gustaba matar el tiempo, estando horas y horas enteras fingiendo que era un castillo, una casa o un simple lugar para refugiarnos. El árbol tenia ramas inalcanzables que nunca me anime a trepar por miedo a caerme y su tronco tenía un espacio libre que permitía a cualquier niño entrar, parecía como estar en el corazón del árbol, con el niño se completaba. Nos las pasábamos horas y horas sin tener noción del tiempo, viendo como el sol se ocultaba y ya era hora de volver al mundo de los adultos. En ese lugar infinidades de historias sucedían diario, unos días éramos niños perdidos de Nunca Jamás y al siguiente quizás nos sentíamos los Aristogatos.
Era un lugar donde se desconocían las lágrimas verdaderas y la risa nunca dejaba de ser una prioridad. Era un lugar donde las navidades eran mágicas, los minutos del día rápidos, el clima siempre era bueno, el ingenio nunca faltaba, la comida nunca era negada, todo tenía voz propia y no existía la normalidad, ni hablemos de la realidad. Ese lugar era el propio universo a nuestros ojos, ahí podía suceder de todo, de todo lo que imagináramos, nuestra mente era el motín de aventuras más grande que poseíamos. Vivíamos con un aura hacia todo tan feliz que a veces hasta se nos olvidaba lo que era el miedo.
Nos gustaba estar ahí desde la tarde a la noche y hasta a veces soñábamos con ser adolescentes porque creíamos que todas esas fantasías que creábamos no se cumplirían sino hasta serlo. Que ingenua era nuestra mente y que destructiva se convierte luego. Pero un día entre sueño y sueño calculamos las horas del día, ese día estuvimos desde las cinco hasta las nueve y a las nueve dejamos de ver las cosas como antes. A las nueve y cinco nos dimos cuenta de que nunca habíamos vivido en el mundo real, así que decidimos intentar hacerlo.
Todo fue genial al principio, el cambio era fundamental y el mundo de los adultos no era tan malo como ellos lo hacían ver, nuestra mente se volvió más amplia, nuestra visión menos exagerada, nuestros sentimientos más profundos y nuestros padres más insoportables.
Cambiamos nuestros peluches por un celular, nuestros juegos por música, nuestros arcoíris por calaveras y nuestros sueños por experiencias. Lo que más cambio fue nuestra mente retorcida, se convirtió en nuestro peor enemigo como siempre lo había sido pero viviendo en el mundo real lo llegamos a ver con más claridad. La mente del niño soñador se volvió tan amplia que se dio cuenta de que el mundo real no era tan lindo como lo imaginaba y que todos los sueños que había construido se los habían deshecho. Algunos tomaron esto con nostalgia, con ganas de volver a ser lo que eran, otros rebalsando de decepciones se dieron cuenta de que era hora de crecer.
Así que ideamos un plan y decidimos pasar por alto todas aquellas cosas malas que en algún punto nos dejaron con marcas, nos concentramos en algo que nos ayudara a evitar eso, a reprimirlo, a olvidarlo y así de simple desaparecía. No por mucho, esas distracciones nos confundían y cada vez que nos equivocábamos nuestra mente volvía a recordárnoslo. Tratábamos de ignorar, ignorar e ignorar, hasta que fue más inteligente que nosotros e ideo un plan ella también, puso fin a la guerra pero esto solo fue una distracción. Cuando más vulnerables estábamos, creyendo que todo había terminado, volvíamos a recaer.
Pasamos por esto millones de veces, algunos se caían y se volvían a levantar, otros simplemente se aferraban a la herida y a la idea de que nadie podría curarlo. Siempre nos aferrábamos a cuchillas que nos hacían sentir bien pero con el tiempo estas se rebelaban, al igual que nosotros con nuestros padres, y nos lastimaban.
Superamos, olvidamos y volvimos a aferrarnos a algo, solo que esta vez no fueron cuchillas, fueron cristales rotos, el cual sabíamos que nos iba a lastimar pero aun así quisimos arriesgarnos a tomarlos. Perdimos a muchos, avanzamos pocos con o sin esperanza pero lo hicimos a fin de cuenta y esta última vez tomamos la esperanza como ventaja y volvimos a tener la visión de aquel niño que quería conocer una realidad alterna mejorada.
Ya era hora de otro cambio, de otra dirección, ya era hora de dar fin a la hibernación, de salir del capullo, de dejar de ser inmortales y pensar en nuestro futuro, como buenos visionarios que somos.
Decidimos volver a crecer y a creer que la esperanza solucionaría nuestros conflictos internos cuando la verdad a veces solo lograba más conflictos. Como el mito de la caja de Pandora que decía que lo único que permaneció en aquella caja que pandora se atrevió a abrir fue la esperanza y que desde entonces los hombres se aferran a ella, tal vez ese sea el mayor conflicto, el conflicto está en creer en un millón de cosas pero jamás creer en nosotros mismos.
Creemos que esa parte del mundo real inexplorada va a ser mejor, va a dejar de ser un infierno y al fin vamos a poder tener control sobre nosotros mismo pero a base de esta creencia errónea que estamos creando volvemos a plantar más sueños, volvemos a ese niño que quería ser adolescente porque pensaba que iba a ser genial, solo que ahora somos ese adolescente que quiere intentar encontrarse y convertirse en un adulto “exitoso”.
Nos plantemos las mismas ilusiones porque solo estamos enojados con aquel niño que no pudo evitar crecer. No lo hagamos.
Ninguno de nosotros sabe por experiencia propia que hay en ese territorio inexplorado y eso es lo peor ya que no tenemos ni idea con que nos vamos a encontrar, seamos sinceros, nos asusta, nos aterra demasiado.

Ahora contéstame esta pregunta: ¿El adulto que serás mañana estará enojado con el adolescente que eres hoy? 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Bulevar

Hacia el otro lado del espejo lograba ver a alguien, sentado en la misma silla donde yo me encontraba, tenia mis mismos rasgos pero no tan cansados, tenia mis mismas características pero mas notables y todo a su alrededor parecía cobrar color como si estuviera rodeado de una aura buena. 
Se veía feliz sin siquiera necesitar serlo, sin siquiera hacer una sonrisa, sentado en perfecta postura atravesándome con la mirada. 
Veía a través de mi, veía escamas de grises.
Eramos la misma persona pero había cierta desconexión, cierta separación inalcanzable que ambos sabíamos que nunca alcanzaríamos. Exactamente iguales así eramos pero nos separaba la diferencia de un espejo y como todos saben los espejos son engañosos, quizá el arma mas mortal para un hombre, los espejos siempre te mostraban lo que querías ver y no de manera exacta lo que realmente ves. La forma personalizada que se encontraba en el otro espejo era yo con la diferencia de que esa versión de mi había llegado a sus metas mientras que yo me había atascado en ellas. 
Al final pude comprender lo que representaba ese espejo de distancia inalcanzable que nos separaba porque ese espejo no era mas que un simple espejo, como los muchos con los que me topaba cada día, no había nada mas del otro lado, no había un yo subalterno perfeccionado, solo estaba yo, yo en mi forma mas realista. 
Ese espejo de distancia lo veía inalcanzable pero la verdad no era difícil de alcanzar, solo tenia que dejar de verme en el. 

sábado, 22 de agosto de 2015

Hablemos de imperfecciones

Una vez leí en algún lado "que irónico que la perfección no exista pero aun así existe la palabra" y siéndoles sincera nunca me había puesto a pensar en eso, ahora, a todo esto, mi gran pregunta es: ¿a que llamamos perfección? 
Llamamos perfección a las cosas que, para nosotros, creemos que son perfectas, creemos porque en realidad solo son perfectas a nuestros ojos. Esto debería significar la palabra realmente en vez de "algo que carece de errores o defectos" porque cualquier cosa que habite este planeta carece de errores o defectos sin excepción. 
Por ejemplo estas son cosas que para algunos de nuestros ojos son perfectas:

Los días nublados, el chocolate, el café, desvelarse por las noches, los libros que te hacen sentir de todo, los atardeceres, los amaneceres, la luna llena, las mariposas, la flor mas rara del jardín, el color naranja, la literatura, los abrazos, las risas imparables, el frió que te congela las manos, el otoño, las películas, el perfume que te recuerda a alguien, las brisas repentinas, los recuerdos nostálgicos, los té de boldo, mis seis sobrinos, caminar descalza por toda la casa, las personas inesperadas en el momento inesperado, el cielo estrellado, caminar bajo solo la luz de ese cielo estrellado, el silencio en los lugares mas ocultos, los viajes largos que te dan tiempo para soñar, dormir sin tener la obligación de despertarte, los momentos mas felices capturados, caminar en la lluvia, jugar a las cartas, aquellas solitarias vacaciones que pase con mi mamá, la risa mas sincera de un niño, escuchar la lluvia, los arcoiris, las nubes y todas sus extrañas formas, los jazmines, las personas que suelen sonreír mucho, los copitos de nieve, los copitos de azúcar, caminar sobre la orilla del mar, escuchar su sonido, un detalle de dulzura, un gesto de sorpresa, decir las cinco letras y sentirlo, decir las nueve letras y sentirlo peor, una rica milanesa a la napolitana, un abrazo del alma, ver a alguien de la próxima generación disfrutando de mis gustos, ir a un recital, sacar fotos o guardarlas en mi memoria, abrazar a la persona que mas me hace feliz en este mundo, reírme con mis amigos, llorar con ellos, escucharlos, nadar, correr por una calle solitaria, los atrapasueños, perder la noción del tiempo, escuchar música hasta cansarme, momentos de tranquilidad, compartir pensamientos con alguien con quien pueda ser yo al 100%, conversar hasta el amanecer con alguien demasiado especial, las mañanas de buen humor, los hamsters, las noches de verano, el café con leche, las tostadas de mi papá, noviembre, las fotos en blanco y negro, GIRAR, los misterios, las preguntas sin respuestas...

Y esto es solo una parte de las mas simples cosas pero mi punto es que estas cosas, todas estas cosas, para nosotros tienen cualidades de ser perfectas porque nos hacen felices a su manera pero en realidad no lo son. Son tan imperfectas como nosotros mismos y el hecho de que lo seamos nos hace reales. Pueden imaginarse lo que sea pero al final no hay nada que se acerque a la perfección, al menos... no en este mundo. 

lunes, 11 de mayo de 2015

Entre letras perdidas (filosofías olvidadas)

16 de noviembre de 2014:
Algunos no escriben porque realmente quieran hacerlo, solo escriben porque esa es su única manera de expresarse, de tener una voz propia entre tantas voces repetidas o por el simple hecho del actuar frente de un sentimiento de dolor, culpa, felicidad, amor, soledad... algunos escritores no nacen siendo escritores, quizá nacen siendo abogados, arquitectos, ingenieros, médicos, asesinos, psicópatas... algunos escritores no nacen hechos de letras, nacen hechos de marcas que con el tiempo se convierten en cicatrices y esas cicatrices quedan hechas recuerdos. Y tal vez estos escritores, en algún momento, no fueron mas que almas perdidas, confundidas, solitarias, suicidas, esperanzadas, desesperadas.


lunes, 4 de mayo de 2015

Tan azules como el cielo en un día soleado.

Muchas personas en todo el reino de Rainbowland les preguntaban como se habían conocido y en realidad no tenían ninguna anécdota fuera de lo normal o algo que motivara a la gente a que algún día encontrara a su igual porque la verdad es que ellos no eran nada iguales y la palabra igual aplicada en cualquier cosa que pisara el suelo de Rainbowland sonaba inútil. Así que, cuando la gente preguntaba eso, solo se limitaban a contestar que fue un soleado diciembre de aquel año primaveral por el sur de Rainbowland y que dos adolescentes desolados iban todas las tardes a sentarse al pie del árbol mas alejado de todos para comer gomitas y quejarse del mundo. En realidad esa era la única versión que existía, la única verdadera.
Obviamente juntos vivieron muchísimas aventuras desde entonces, malas, buenas, horribles o únicas, pero para ellos la primera y mayor aventura comenzó los primero días que se conocieron.
Así que comencemos desde el inicio...
Aaron Cleint nunca había tenido una vida fácil y eso que todavía le faltaba por vivir, llegando a sus quince años solo era un adolescentes como los muchos que habitan los infinitos bosques de Rainbowland. El era pálido, delgado y siempre llevaba puesto un gorro de lana azul que ocultaba sus pequeños rizos. Tenia una sonrisa deslumbrante a pesar de que nadie lo había visto sonreír nunca. Decían de él muchas cosas como que hacia rituales bajo la luz de la luna llena, que era un ladrón de identidades, que venia de un lugar tan horrible que hasta a algunos les daba repugnancia, que la gran cicatriz que tenia a lo largo de su cuello hasta llegar al pecho era porque de niño lo había atacado un dragón, también decían que su madre era un monstruo y su padre una ilusión, pero ellos solo decían... siempre decían.
La verdad era que nadie se había tomado unos minutos para acercarse a el, ya que todos se dejaban llevar por las cosas sucias que los demás decían de el, excepto Zeta. Ella sabia lo que era que los demás escupan sobre tu nombre y mas si era tu propia familia la que lo hacia.
Zeta tenia un extraño don que le concedía el poder de ver las almas de los demás, es por eso que ella y Aaron se convirtieron en unos amigos muy raros. Nadie en realidad llego a conocer a Aaron tanto como Zeta, para todos siempre había sido el niño raro del gorro azul sentado bajo el sauce llorón, lleno de sombras y miedos.
Zeta había logrado acercarse a el un buen día nublado de noviembre pero Aaron no le había hablado hasta el soleado doce de diciembre. El día que ella logro acercarse a el lo reconoció tan desolado como siempre, tenia en sus manos un frasco lleno de mariposas pequeñas de los colores que se imaginen que segundos después abrió y las dejo volar fuera como un arcoiris infinito, unas cuantas fueron en dirección a Zeta, a quien Aaron ni siquiera había visto llegar, y por primera vez el levanto la vista. Por un segundo sostuvieron la mirada, pudo llegar a ver de todo en sus ojos pero en ese momento solo distinguió el raro color azul de estos. Algo sonó detrás de ella, como un chasquido o un rugido y se dio vuelta preparada para enfrentar cualquier cosa que estuviera allí pero en su lugar no había nada. En el momento en que volvió a mirar hacia Aaron el simplemente había desaparecido sin mas y en su lugar había olvidado el frasco, el cual contenía una única mariposa azul que no había podido salir, esperando a ser liberada.
Luego de aquel raro primer encuentro que tuvieron, Zeta había ido todas las tardes al sauce con la esperanza de encontrarse con el pero no hubo ni rastro de Aaron, hasta el soleado doce de diciembre. Ella había ido esa tarde desesperanzada, sabiendo que una vez mas Aaron no iba a aparecer. Se sentó al pie del sauce y dejo su mente a la deriva, ni siquiera sabia porque había ido ese día solo no tenia a donde ir y ese fue el único lugar que se sentía correcto. Varios minutos pasaron y se escucho el mismo sonido que la primer vez que había visto a Aaron, esta vez logro ver que lo producía. Un dragón de mediana edad estaba parado a un costado del árbol y de su lomo bajaba un chico de gorro azul. Aaron. El estaba caminando con fatiga hacia ella, negando con la cabeza baja como si no llegara a esperar encontrarse con Zeta allí, su dragón se adelanto y se recostó muy tranquilo a los pies de ella. Aaron se detuvo a unos centímetros de Zeta, se miraron y para su sorpresa esta vez su mirada se sintió rara y familiar. Aaron ahi, en ese momento, miro a Zeta como si la conociera de toda la vida. Se acerco a ella y se sentó a su lado sin decir palabra alguna y otra vez ahí estaba la sensación familiar, como si eso llevaran años haciéndolo. Ninguno de los dos hablo, solo se quedaron así con sus miradas al vació y sus mentes a la miseria, pretendiendo no existir por un largo rato, hasta que Aaron por fin hablo.

"Creí que hoy no vendrías." Sorprendio a Zeta por un momento.
"Yo creí que hoy no vendrías."
"Tenia que volver en algún momento, es mi lugar ¿no?" La miro por segunda vez desde que llego "o bueno... lo era al menos."
"Siento haberlo invadido, es solo que no tenia lugar a donde ir hoy."
"Lo se, pude verlo." El la miro haciendo una mueca por lo que provocaba el sol en sus ojos "quiero decir, lo entiendo."

Zeta no lo había vuelto a mirar desde que llego, estaba demasiado sumida en sus pensamientos y en lo raro que era escuchar la voz de Aaron Cleint dirigiéndose a ella. Creyó que cuando lo vería otra vez el iba a reaccionar como la primera vez, o incluso peor, pero esta vez la que actuaba así era ella, no sabia que era lo que había pensado al ir allí todos esos días buscando a Aaron. ¿Que entablarían una conversación y milagrosamente se harían amigos? No, era una completa estupidez. Aaron Cleint no tenia la necesidad de hacer amigos y Zeta Rains no tenia el poder para hacerlos.

"¿Sabes? Estuve días evitando este lugar sabiendo que volverías, sobrevolaba con Kash y te veía aquí y me limitaba solamente a pasar de largo e ir a cualquiera de los otros lugares que tengo escondidos por aquí"
"¿Como?" La miro confundido "¿Como sabias que volvería?
"No lo se, solo... lo supuse. Hay cosas que simplemente siento predecibles." Zeta le devolvió la mirada.
"Creo que eres raro."
"Yo creo que tu lo eres." Y así la hizo sonreír por primera vez en días.
"Así que sobre estos otros lugares..."
"No creo que te agraden pero Kash me dijo que le gustaría llevarte a dar un paseo."
"Tal vez mañana. El atardecer se esta desvaneciendo."
"Y por eso es la mejor parte del día."

Zeta y Aaron... Creo que para hablar sobre ellos y contarles sus aventuras necesitaría mas que una sola vida y un par de lapiceras.