domingo, 16 de noviembre de 2014

Mas allá de esas puertas oscuras.

En el mar de alumnos con caras borrosas, indistinguibles, se ocultaba aquel monstruo, horrible, raro hasta la médula. Todos lo veían pasar pero nadie lo hacia al mismo tiempo. Caballeros, princesas, reyes, poetas, depresivos, idiotas, hipócritas, todos ellos, todo el mundo... solo son un par de ignorantes, cegados por su mirada, imbéciles.
En el mar de alumnos en el que nadaba ese monstruo, cabizbajo, invisible, sin contar su secreto y sus incontables misterios, como cualquier monstruo quiero decir, y cuando sonríe ¡Oh cuando sonríe! es como si una parte de ese secreto fuera a ser revelado, es como si con una sincera sonrisa ese monstruo diga todo lo que no podría decir, lo que no debería, lo que no querría.
En el mar de alumnos no estaba el monstruo en realidad. Se lo podía distinguir en su propio rincón donde incontables historias sucedían pero lejos de todo el mundo, lejos de este mundo, lejos de la realidad misma. Al sonar la campana el monstruo se escurría, con gran alivio, y lograba salir de aquel infierno, siempre cabizbajo, invisible, contando los años, los meses, los días, las horas, los minutos, los segundos para que todo eso acabe, para poder ser libre. Quizás este equivocado, dirían, quizás no, digo yo. Llegando a su cueva tiraba todo a la mierda y ,con una sonrisa que no decía nada, saludaba a la mujer que allí se encontraba. "Hola mamá" le decía intentándolo al menos y se escondía otra vez, a la oscuridad de nuevo, a estar en su mundo, donde no existían tales cosas, donde podía soñar, donde podía ser el mismo, libre.