lunes, 11 de mayo de 2015

Entre letras perdidas (filosofías olvidadas)

16 de noviembre de 2014:
Algunos no escriben porque realmente quieran hacerlo, solo escriben porque esa es su única manera de expresarse, de tener una voz propia entre tantas voces repetidas o por el simple hecho del actuar frente de un sentimiento de dolor, culpa, felicidad, amor, soledad... algunos escritores no nacen siendo escritores, quizá nacen siendo abogados, arquitectos, ingenieros, médicos, asesinos, psicópatas... algunos escritores no nacen hechos de letras, nacen hechos de marcas que con el tiempo se convierten en cicatrices y esas cicatrices quedan hechas recuerdos. Y tal vez estos escritores, en algún momento, no fueron mas que almas perdidas, confundidas, solitarias, suicidas, esperanzadas, desesperadas.


lunes, 4 de mayo de 2015

Tan azules como el cielo en un día soleado.

Muchas personas en todo el reino de Rainbowland les preguntaban como se habían conocido y en realidad no tenían ninguna anécdota fuera de lo normal o algo que motivara a la gente a que algún día encontrara a su igual porque la verdad es que ellos no eran nada iguales y la palabra igual aplicada en cualquier cosa que pisara el suelo de Rainbowland sonaba inútil. Así que, cuando la gente preguntaba eso, solo se limitaban a contestar que fue un soleado diciembre de aquel año primaveral por el sur de Rainbowland y que dos adolescentes desolados iban todas las tardes a sentarse al pie del árbol mas alejado de todos para comer gomitas y quejarse del mundo. En realidad esa era la única versión que existía, la única verdadera.
Obviamente juntos vivieron muchísimas aventuras desde entonces, malas, buenas, horribles o únicas, pero para ellos la primera y mayor aventura comenzó los primero días que se conocieron.
Así que comencemos desde el inicio...
Aaron Cleint nunca había tenido una vida fácil y eso que todavía le faltaba por vivir, llegando a sus quince años solo era un adolescentes como los muchos que habitan los infinitos bosques de Rainbowland. El era pálido, delgado y siempre llevaba puesto un gorro de lana azul que ocultaba sus pequeños rizos. Tenia una sonrisa deslumbrante a pesar de que nadie lo había visto sonreír nunca. Decían de él muchas cosas como que hacia rituales bajo la luz de la luna llena, que era un ladrón de identidades, que venia de un lugar tan horrible que hasta a algunos les daba repugnancia, que la gran cicatriz que tenia a lo largo de su cuello hasta llegar al pecho era porque de niño lo había atacado un dragón, también decían que su madre era un monstruo y su padre una ilusión, pero ellos solo decían... siempre decían.
La verdad era que nadie se había tomado unos minutos para acercarse a el, ya que todos se dejaban llevar por las cosas sucias que los demás decían de el, excepto Zeta. Ella sabia lo que era que los demás escupan sobre tu nombre y mas si era tu propia familia la que lo hacia.
Zeta tenia un extraño don que le concedía el poder de ver las almas de los demás, es por eso que ella y Aaron se convirtieron en unos amigos muy raros. Nadie en realidad llego a conocer a Aaron tanto como Zeta, para todos siempre había sido el niño raro del gorro azul sentado bajo el sauce llorón, lleno de sombras y miedos.
Zeta había logrado acercarse a el un buen día nublado de noviembre pero Aaron no le había hablado hasta el soleado doce de diciembre. El día que ella logro acercarse a el lo reconoció tan desolado como siempre, tenia en sus manos un frasco lleno de mariposas pequeñas de los colores que se imaginen que segundos después abrió y las dejo volar fuera como un arcoiris infinito, unas cuantas fueron en dirección a Zeta, a quien Aaron ni siquiera había visto llegar, y por primera vez el levanto la vista. Por un segundo sostuvieron la mirada, pudo llegar a ver de todo en sus ojos pero en ese momento solo distinguió el raro color azul de estos. Algo sonó detrás de ella, como un chasquido o un rugido y se dio vuelta preparada para enfrentar cualquier cosa que estuviera allí pero en su lugar no había nada. En el momento en que volvió a mirar hacia Aaron el simplemente había desaparecido sin mas y en su lugar había olvidado el frasco, el cual contenía una única mariposa azul que no había podido salir, esperando a ser liberada.
Luego de aquel raro primer encuentro que tuvieron, Zeta había ido todas las tardes al sauce con la esperanza de encontrarse con el pero no hubo ni rastro de Aaron, hasta el soleado doce de diciembre. Ella había ido esa tarde desesperanzada, sabiendo que una vez mas Aaron no iba a aparecer. Se sentó al pie del sauce y dejo su mente a la deriva, ni siquiera sabia porque había ido ese día solo no tenia a donde ir y ese fue el único lugar que se sentía correcto. Varios minutos pasaron y se escucho el mismo sonido que la primer vez que había visto a Aaron, esta vez logro ver que lo producía. Un dragón de mediana edad estaba parado a un costado del árbol y de su lomo bajaba un chico de gorro azul. Aaron. El estaba caminando con fatiga hacia ella, negando con la cabeza baja como si no llegara a esperar encontrarse con Zeta allí, su dragón se adelanto y se recostó muy tranquilo a los pies de ella. Aaron se detuvo a unos centímetros de Zeta, se miraron y para su sorpresa esta vez su mirada se sintió rara y familiar. Aaron ahi, en ese momento, miro a Zeta como si la conociera de toda la vida. Se acerco a ella y se sentó a su lado sin decir palabra alguna y otra vez ahí estaba la sensación familiar, como si eso llevaran años haciéndolo. Ninguno de los dos hablo, solo se quedaron así con sus miradas al vació y sus mentes a la miseria, pretendiendo no existir por un largo rato, hasta que Aaron por fin hablo.

"Creí que hoy no vendrías." Sorprendio a Zeta por un momento.
"Yo creí que hoy no vendrías."
"Tenia que volver en algún momento, es mi lugar ¿no?" La miro por segunda vez desde que llego "o bueno... lo era al menos."
"Siento haberlo invadido, es solo que no tenia lugar a donde ir hoy."
"Lo se, pude verlo." El la miro haciendo una mueca por lo que provocaba el sol en sus ojos "quiero decir, lo entiendo."

Zeta no lo había vuelto a mirar desde que llego, estaba demasiado sumida en sus pensamientos y en lo raro que era escuchar la voz de Aaron Cleint dirigiéndose a ella. Creyó que cuando lo vería otra vez el iba a reaccionar como la primera vez, o incluso peor, pero esta vez la que actuaba así era ella, no sabia que era lo que había pensado al ir allí todos esos días buscando a Aaron. ¿Que entablarían una conversación y milagrosamente se harían amigos? No, era una completa estupidez. Aaron Cleint no tenia la necesidad de hacer amigos y Zeta Rains no tenia el poder para hacerlos.

"¿Sabes? Estuve días evitando este lugar sabiendo que volverías, sobrevolaba con Kash y te veía aquí y me limitaba solamente a pasar de largo e ir a cualquiera de los otros lugares que tengo escondidos por aquí"
"¿Como?" La miro confundido "¿Como sabias que volvería?
"No lo se, solo... lo supuse. Hay cosas que simplemente siento predecibles." Zeta le devolvió la mirada.
"Creo que eres raro."
"Yo creo que tu lo eres." Y así la hizo sonreír por primera vez en días.
"Así que sobre estos otros lugares..."
"No creo que te agraden pero Kash me dijo que le gustaría llevarte a dar un paseo."
"Tal vez mañana. El atardecer se esta desvaneciendo."
"Y por eso es la mejor parte del día."

Zeta y Aaron... Creo que para hablar sobre ellos y contarles sus aventuras necesitaría mas que una sola vida y un par de lapiceras.