miércoles, 28 de octubre de 2015

Tus malditas cicatrices

Me gustaba pasarme horas y horas hablando con vos, a veces de política, a veces de amor, a veces de cualquier cosa.
La gran parte de las razones por las cuales decidí encarcelarte fue por esa. Eras tan pura, en el sentido menos indiferente de la palabra, que sentía que por fin había llegado a vos, que por fin había llegado a alguien, que por fin había llegado a mí.
Nos prometimos conocernos poco a poco, día a día, para que así nunca se acabe:

  •   El primer día, conocimos nuestras sonrisas, me gustaba pensar que fueron las más honestas.
  •  El segundo día, conocimos nuestros verdaderos nombres, una mínima fracción que decía algo de nosotros mismos.
  •  El tercer día, hablamos de nosotros, de lo que nos gustaba y disgustaba, de cada una de esas anécdotas que nunca le dijimos a nadie, de todas aquellas cosas que nos avergonzaban.
  • El cuarto día, te mostré mi mundo, tan imperfecto como es. Te enseñe mi mundo y lo captaste tal cual es.
  • El quinto día, vos me mostraste el tuyo y me di cuenta de que éramos el mismo desastre. Me enseñaste tu mundo, tan inestable como es y así lo acepte.
  • El sexto día, nos intercambiamos, quizá creyendo que así ninguno saldría lastimado, intercambiando pedacitos de cada uno para tapar nuestras cicatrices. Quizá ese fue el mayor error, tratar de arreglarnos. ¿Por qué mierda lo hicimos?

 Te pertenecía, cada parte de mi gritaba con fuerza de que lo hacía pero aun así esa fue la causa principal por la cual ambos nos dejamos ir.
Eras increíblemente brillante y devastadora. Te gustaba conocer pero no te gustaba que te conozcan. Eras retóricamente todo lo que yo prefería y todo lo que alguna vez no busque. Me gustaba lo fácil, lo innecesario, lo que cualquiera consideraría practico y la primera vez que te vi me abriste los ojos, a la rareza preciosa que existía más allá de toda sonrisa comercial petrificada.
Supongo que solo estoy enojado con esa parte de tuya porque sé que la otra parte no me quería lejos ni un poquito.
Supongo que me gusta pensar eso para no sentirme tan solo e idiota por las noches.
Fuiste mi punto más fuerte, yo nunca fui el tuyo.
Creo que el mayor error de todos fue no llegar a ver lo desesperada que estabas de escapar de mí. Estabas aterrada porque yo te conocía más que vos misma y te conocía lo suficiente para saber que te lastimaba. Lo que te lastimaba no era yo, eras vos misma.
Siempre fuiste algo masoquista.
Por un lado me gustaba que lo fueras, te aferrabas a las cosas con cierto aire posesivo y nostálgico, como si las decisiones de tu vida hubieran sido creadas a base de eso.
Por otro lado, te lastimabas y creabas aún más cicatrices. Cicatrices que yo seguía intentando cubrir con las mías. Cicatrices que nunca cubriste conmigo. Cicatrices mías que te llevaste cuando te deje ir.
Dicen que nunca llegas a conocer del todo a una persona, siempre van a tener algo que solo sepan ellos ya sea un secreto, un dibujo, una carta, un recuerdo o una persona. Esa parte que ocultan es esencial porque si no fuera un libro con tantos misterios entonces ¿Qué seria?
Eso paso con vos, eras tan cerrada al mundo que cada vez que abrías tu mente destrozabas a cualquiera que estuviera a tu paso. Tu problema conmigo fue que yo resulte ser más fuerte de lo que vos pensabas, tenía más heridas que vos y al principio lo viste como algo bueno, mencionaste algo como “eso te llena de vida” pero luego te asusto. Te asusto peor cuando por fin yo conocí cada uno de tus lunares.
Te asusto tanto que empezaste a distanciarte de mí.
Y me asusto a mí al no conocer ESE lunar tuyo.
Solo nos dejamos ir, por distintos caminos, deseando no encontrarnos. Verdaderamente triste. Como pase de conocerte tanto a no saber ni siquiera en qué lugar te encontras ahora.
Y una parte de mí tal vez te extraña, es la parte de mí que te llevaste. Son todos esos pedacitos con los que intente sanar tus heridas y tapar tus cicatrices.
La parte tuya también me extraña, me lo recuerda todas las noches. Esta tras esas resacas después de haberme puesto borracho en el bar a la vuelta de la esquina, está en cada culpa después de acostarme con cualquier chica que me crea atractivo, está cada vez que encuentro algo tuyo que olvidaste llevarte.
Esas partes son las que hay que dejar ir, como te deje ir a vos. Hay que volver al lugar donde todo empezó y quemar esa caja de recuerdos nostálgicos que solo sirve para hacernos sentir una mierda por las noches, cuando no tenemos nada mejor que pensar. Hay que volver a dejar cicatrizar y dejar de tapar esas cicatrices porque al final:
¿Qué somos si no una construcción de ellas?
Eso lo dejo a tu criterio.  

El origen de la Vida y la Muerte

En un principio, cuando solo existía la remota naturaleza, habitaban únicamente el reino del Rainbowland Masx y Vanora.
Ambos habían nacido de las mismas cenizas con la diferencia de que a Masx lo succiono la tierra y a Vanora se la llevo el viento. Vivieron gran parte de su infancia separados gracias a esto, siempre con el vacío de que les faltaba una parte de ellos mismo.
Se buscaron durante mucho tiempo con ayuda de cualquier señal de la naturaleza y aun así no se encontraron. Hasta que se convirtieron en adolescentes y cuando estuvieron a punto de rendirse, un gran sauce con el que ambos se habían topado en una discontinuidad de tiempo les mostro su camino, era el camino más sencillo de todos. El sauce con ese camino les dejo clara la señal, primero deberían encontrarse a ellos mismos para luego encontrarse ambos y debían hacerlo en un corto periodo de tiempo ya que si nunca se encontraban eso causaría serias consecuencias.
Vanora con la ayuda de las luciérnagas, consiguió encontrar un camino perfectamente recto hacia Masx. Masx sin embargo, tuvo más inconvenientes, él era incontrolable, repulsivo, rencoroso de sí mismo, se negaba a cualquier cosa y cada día que pasaba sin encontrar a Vanora mas desesperanza y furia creaba irradiando una vibra de oscuridad sobre la naturaleza más pura que en ese momento existía. Lo que Masx no sabía es que Vanora le seguía el paso gracias a todo eso que el creaba y un día como cualquier otro, lo alcanzo.
Desde el momento en el cual se encontraron nunca más volvieron a separarse, ni por un segundo, estaban tan asustados de volver a perderse que siempre se los veía casi aferrándose al otro. Uno protegía al otro, uno complementaba al otro.
Los inconvenientes llegaron con la diferencia de ambos.
Masx era muy posesivo, celoso, irracional, pensaba siempre en Vanora por encima de él. Un segundo era la cosa más embriagadora del mundo y al otro era la cosa más indeseada.
Era amor puro, pero el amor nunca fue perfecto ni para la persona que más lo portaba. Masx tenía el poder de succionar las almas dejando rastros de oscuridad pura a su paso, todo lo que tocaba moría a su tacto, es por eso que nunca llego a tomar la mano de Vanora. La oscuridad de Masx era amor, amor en todos los sentidos que existe, el amor que desde un inicio siempre contamino la tierra como una plaga. La esperanza es solo un disfraz del amor.
Vanora, a diferencia de Masx, era todo lo contrario. Vanora era la esperanza, aquella luz que iluminaba la cueva más oscura, la felicidad en un día triste, las elecciones correctas, las mariposas en el estómago, la inspiración, la sensación de alivio. Vanora representaba todo aquello por lo que valía la pena vivir, desde el primer suspiro que damos hasta el último.
Pero al igual que Masx, ella tenía defectos aun peor que él.
Vanora además de tener ese lado hermoso en su sentido más inocente, tenía una pequeña falla, como una distorsión. Se cree que sus cenizas se mezclaron o que hay una conexión entre las cosas que ella  representa porque no solo representa las buenas cosas si no que entrelazado a eso  representaba todos aquellos males que invadían la tierra, el odio, la enfermedad, la venganza, el miedo, la envidia. Eso la hacía ser defectuosa, cargar con demasiado la hacía colapsar a veces y tenía sus recaídas.
Esas cosas horribles que poseía reprimidas muy dentro de sí misma cuando las dejaba salir era devastador para cualquiera que se encontrara a su alrededor, era como una mala influencia que no se despegaba jamás.
Masx siempre estaba a su lado cuando esto sucedía haciéndole recordar quien era realmente. A veces hasta podía llegar a tomar su mano.
Ambos tenían las diferencias que se imaginen pero su mayor indiferencia fue la causa de su separación.
Masx era inmortal mientras que Vanora no.


Un buena noche, cuando el acaba de despertar, Varona no se encontraba a su lado y se desesperó tanto que empezó a gritar a todo pulmón con la esperanza de que ella lo escuchara.
La encontró al borde de un abismo, sentada al lado de un lobo de pelaje negro ébano. El lobo poseía un solo mechón a un costado de su cuello, color blanco puro.
Cuando Masx los vio, como era de esperarse, se descarrilo terriblemente de los celos y corrió rápidamente hacia donde estos se encontraban. El lobo se paró en sus cuatro patas hecho una mirada moribunda hacia Masx como si nada hubiera pasado y desapareció del lugar. Varona por otro lado se paró en frente de Masx y solo se limitó a sonreírle.
“No eres dueño de mí.” Dijo soltando una risa de maldad pura.
Había recaído otra vez y esta vez Masx no había estado para ella.
Tres días se culpó sentado en ese abismo por lo sucedido con Varona, el tercer día ella apareció y con el más sincero rostro de compasión lo saludo nuevamente como a un viejo amigo.
El ni siquiera comento lo sucedido y todo volvió a ser justo como era.


Lo que Masx no sabía es que el otro lado de Varona, sentía odio hacia él, odio y envidia. Él lo tenía todo, amor, inmortalidad, ella solo era una luz que se apagaría en cualquier segundo. La verdad era que el otro lado de Varona nunca se había ido desde aquel momento cuando el la encontró con el lobo, solo estaba fingiendo ser la Varona bonita y sentimental para atacar sin previo aviso a su amado Masx.
Una tarde, cuando ambos caminaban cerca del otro, Varona le hizo una pregunta a Masx que lo dejo con la sensación de frio interior.
“¿Qué pasara cuando muera?”
“Eso me dejara devastado por el resto de lo que dure mi vida. Matare por tu causa, seré miserable.”
Vanora, feliz con su respuesta, decidió llevar a cabo su plan de exterminio esa misma noche.


Masx otra vez se despertó esa noche sin Varona a su lado pero esta vez no se despertó por eso si no por el grito ahogado que acaba de escuchar. Corrió sin dirección alguna, desesperado, intentando acordarse por donde había escuchado tan horrible sonido procurando que Varona se encuentre bien.
Al lado del sauce, tirada en el piso, como si fuera el cliché más irónico de todos, se encontraba el cuerpo de la débil Varona.
Su Varona.
Su cuello se desangraba debido a la mordida que este había recibido, era imposible que un mortal sobreviviera a semejante cosa.
Ella había sido, ella se mató y el nunca sabría porque.
Masx demasiado devastado para ser verdad, se arrodillo junto a ella, Varona lo miro con los ojos llorosos, sin poder si quiera pronunciar una palabra y quiso tomarle la mano. El sobresaltado la aparto rápidamente por miedo a matarla aún más rápido pero aun así se dio cuenta de que era inútil, moriría solo en cuestión de minutos.
Así que le dio su mano, sabiendo el dolor aun peor que causaría en ella casi estuvo a punto de arrepentirse pero Varona se aferró a su mano aun con más fuerza y dejo una imagen en la mente de Masx de la cual él nunca se olvidaría: ellos dos en un día cualquiera, enfrentados, con sus manos alzadas sobre su pecho. Ni el más mínimo roce. Aun sin poder tocarse, siempre sintieron la conexión.
Sin separar su mirada de él ni un segundo antes de irse por completo, ella le dijo la frase más romántica y horrorosa que existiría por siempre en Rainbowland.
“El dolor que siento ahora, solo es una minina cifra del dolor que sentí toda mi vida por amarte. Nunca te libraras de mí, como yo tampoco nunca lo hare de ti. Me encontraras en donde menos lo esperas y cuando te vuelva a ver bésame y hazme saber que todo estará bien otra vez. Te amo, te amo tanto que ya no duele.”
Varona y Masx desde entonces se vuelven a buscar, en los humanos, de ahí nació la mortalidad, el humano es solo una minina parte representada de Varona, por ese motivo la muerte nos ama y nos espera siempre con la mano extendida, un lobo a su lado y una sonrisa en su rostro, una sonrisa que jamás le demostró a Varona. La muerte nos ama y se alimenta de nosotros, de nuestros miedos, nuestra esperanza, nos va matando poco a poco con su amor, guiándonos hacia el en cada momento, creyendo que en alguno de nosotros la encontrara a ella.

Y así es como la vida murió a manos de la muerte, del más preciado amor de su vida.

viernes, 2 de octubre de 2015

Manzanas podridas (duelos de la adolescencia)

En el árbol enfrente a mi casa nos gustaba matar el tiempo, estando horas y horas enteras fingiendo que era un castillo, una casa o un simple lugar para refugiarnos. El árbol tenia ramas inalcanzables que nunca me anime a trepar por miedo a caerme y su tronco tenía un espacio libre que permitía a cualquier niño entrar, parecía como estar en el corazón del árbol, con el niño se completaba. Nos las pasábamos horas y horas sin tener noción del tiempo, viendo como el sol se ocultaba y ya era hora de volver al mundo de los adultos. En ese lugar infinidades de historias sucedían diario, unos días éramos niños perdidos de Nunca Jamás y al siguiente quizás nos sentíamos los Aristogatos.
Era un lugar donde se desconocían las lágrimas verdaderas y la risa nunca dejaba de ser una prioridad. Era un lugar donde las navidades eran mágicas, los minutos del día rápidos, el clima siempre era bueno, el ingenio nunca faltaba, la comida nunca era negada, todo tenía voz propia y no existía la normalidad, ni hablemos de la realidad. Ese lugar era el propio universo a nuestros ojos, ahí podía suceder de todo, de todo lo que imagináramos, nuestra mente era el motín de aventuras más grande que poseíamos. Vivíamos con un aura hacia todo tan feliz que a veces hasta se nos olvidaba lo que era el miedo.
Nos gustaba estar ahí desde la tarde a la noche y hasta a veces soñábamos con ser adolescentes porque creíamos que todas esas fantasías que creábamos no se cumplirían sino hasta serlo. Que ingenua era nuestra mente y que destructiva se convierte luego. Pero un día entre sueño y sueño calculamos las horas del día, ese día estuvimos desde las cinco hasta las nueve y a las nueve dejamos de ver las cosas como antes. A las nueve y cinco nos dimos cuenta de que nunca habíamos vivido en el mundo real, así que decidimos intentar hacerlo.
Todo fue genial al principio, el cambio era fundamental y el mundo de los adultos no era tan malo como ellos lo hacían ver, nuestra mente se volvió más amplia, nuestra visión menos exagerada, nuestros sentimientos más profundos y nuestros padres más insoportables.
Cambiamos nuestros peluches por un celular, nuestros juegos por música, nuestros arcoíris por calaveras y nuestros sueños por experiencias. Lo que más cambio fue nuestra mente retorcida, se convirtió en nuestro peor enemigo como siempre lo había sido pero viviendo en el mundo real lo llegamos a ver con más claridad. La mente del niño soñador se volvió tan amplia que se dio cuenta de que el mundo real no era tan lindo como lo imaginaba y que todos los sueños que había construido se los habían deshecho. Algunos tomaron esto con nostalgia, con ganas de volver a ser lo que eran, otros rebalsando de decepciones se dieron cuenta de que era hora de crecer.
Así que ideamos un plan y decidimos pasar por alto todas aquellas cosas malas que en algún punto nos dejaron con marcas, nos concentramos en algo que nos ayudara a evitar eso, a reprimirlo, a olvidarlo y así de simple desaparecía. No por mucho, esas distracciones nos confundían y cada vez que nos equivocábamos nuestra mente volvía a recordárnoslo. Tratábamos de ignorar, ignorar e ignorar, hasta que fue más inteligente que nosotros e ideo un plan ella también, puso fin a la guerra pero esto solo fue una distracción. Cuando más vulnerables estábamos, creyendo que todo había terminado, volvíamos a recaer.
Pasamos por esto millones de veces, algunos se caían y se volvían a levantar, otros simplemente se aferraban a la herida y a la idea de que nadie podría curarlo. Siempre nos aferrábamos a cuchillas que nos hacían sentir bien pero con el tiempo estas se rebelaban, al igual que nosotros con nuestros padres, y nos lastimaban.
Superamos, olvidamos y volvimos a aferrarnos a algo, solo que esta vez no fueron cuchillas, fueron cristales rotos, el cual sabíamos que nos iba a lastimar pero aun así quisimos arriesgarnos a tomarlos. Perdimos a muchos, avanzamos pocos con o sin esperanza pero lo hicimos a fin de cuenta y esta última vez tomamos la esperanza como ventaja y volvimos a tener la visión de aquel niño que quería conocer una realidad alterna mejorada.
Ya era hora de otro cambio, de otra dirección, ya era hora de dar fin a la hibernación, de salir del capullo, de dejar de ser inmortales y pensar en nuestro futuro, como buenos visionarios que somos.
Decidimos volver a crecer y a creer que la esperanza solucionaría nuestros conflictos internos cuando la verdad a veces solo lograba más conflictos. Como el mito de la caja de Pandora que decía que lo único que permaneció en aquella caja que pandora se atrevió a abrir fue la esperanza y que desde entonces los hombres se aferran a ella, tal vez ese sea el mayor conflicto, el conflicto está en creer en un millón de cosas pero jamás creer en nosotros mismos.
Creemos que esa parte del mundo real inexplorada va a ser mejor, va a dejar de ser un infierno y al fin vamos a poder tener control sobre nosotros mismo pero a base de esta creencia errónea que estamos creando volvemos a plantar más sueños, volvemos a ese niño que quería ser adolescente porque pensaba que iba a ser genial, solo que ahora somos ese adolescente que quiere intentar encontrarse y convertirse en un adulto “exitoso”.
Nos plantemos las mismas ilusiones porque solo estamos enojados con aquel niño que no pudo evitar crecer. No lo hagamos.
Ninguno de nosotros sabe por experiencia propia que hay en ese territorio inexplorado y eso es lo peor ya que no tenemos ni idea con que nos vamos a encontrar, seamos sinceros, nos asusta, nos aterra demasiado.

Ahora contéstame esta pregunta: ¿El adulto que serás mañana estará enojado con el adolescente que eres hoy?